Tradicionalmente se ha dicho que la natación es el deporte más indicado para la salud. Es conocido que algunos médicos recomiendan la actividad de nadar para la mejora de patologías de la espalda. Sin embargo, también se han encontrado otros aspectos en los que la natación no es tan beneficiosa. A continuación se discuten los pros y contras de la natación.
Deporte con menor incidencia de lesiones
En un estudio longitudinal realizado en los EEUU, con jóvenes de 5 a 18 años practicantes de diversos deportes, el porcentaje de lesiones por contusión y por lesión interna de órganos. Durante los 12 años de seguimiento, el deporte que registró menor incidencia de lesiones fue la natación.
Se asocia a mejora de dolor lumbar
En un estudio realizado para observar los deportes beneficiosos para personas que acaban de salir de rehabilitación de zona lumbar, la natación junto con andar y hacer bicicleta a moderada intensidad, se asoció con mantenimiento de la forma física y control del dolor.
Reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular
En un estudio donde se observó las causas de muerte cardiovascular en los deportes, con una muestra de 80.306 adultos británicos, la natación resultó ser uno de los deportes que se asociaba a reducir la probabilidad de muerte por enfermedad cardiovascular.
Mejora todos los parámetros de salud
Como toda actividad predominantemente aeróbica, produce mejoras en los sistemas endocrino-metabólico, hemato-circulatorio o cardio-pulmonar, entre otros. De ese modo, se asocia a la regularización de los parámetros de salud de los individuos.
Algunos estilos no son beneficiosos para el raquis
No existe una marcada evidencia que desaconseje algunos estilos de la natación. Sin embargo, por la tendencia hiperlordótica que tienen, los estilos de braza y mariposa suelen ser desaconsejados, sobre todo en jóvenes con alguna desviación del raquis (escoliosis).
No fortalece el hueso
En un estudio de revisión, realizado por Gómez-Bruton y cols. (2016) con el objetivo de analizar si la natación puede influenciar en la densidad minera ósea durante la infancia y la adolescencia; concluyeron que los nadadores tenían la misma densidad mineral ósea que los individuos sedentarios, y menor que aquellos jóvenes que practicaban otros deportes de mayor impacto osteoarticular.
Este aspecto es novedoso y de relativa importancia, ya que invita a reflexionar sobre la necesidad de complementar el deporte de la natación con otras actividades de carácter osteogénico para lograr una condición óptima del hueso.